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jueves, 26 de mayo de 2011

Concejos Asturianos XXVI











GRADO.

Un pino, con cuatro lanzas con hierros de plata puestas en situación de barra, alrededor del tronco una serpiente con la cabeza al lado diestro y al lado siniestro posado sobre una rama un cuervo de sable. Al timbre un yelmo de hidalgo.

Reseña Histórica.

Hay pocos restos, los más antiguos son restos tumulares de la edad de Bronce y otros pocos recintos castreños que son simples peñascos fortificados, y que es el testimonio que dejó la Edad de Hierro.

De su época romana, igual que hubo importantes restos romanos en los concejos próximos aquí no ha llegado ningún resto. Esto, en parte es debido a que la demarcación que tiene actualmente el concejo no tendría nada que ver con la configuración territorial de aquella época.

Sí tenemos restos de su poder feudal como son las torres fortificadas de Villanueva, Báscones y la torre de Coalla. Es en la alta Edad Media, cuando nos llega una gran cantidad de documentación. Lo que sí esta claro es que en aquella época lo que entendemos por Grado, no constituía una unidad ya que había tres demarcaciones muy diferenciadas: Pramaro, Salcedo y Bayo o Grado.

No sería hasta el siglo XIII, cuando se constituya la puebla que engloba las tres unidades y además a Candamo. La nueva villa recibirá el nombre de uno de los territorios. El concejo y la Mitra ovetense llegaran a un acuerdo en el reparto de rentas. La villa se instala en un lugar rico y frecuentado en las rutas del camino de Santiago, siendo por tanto una villa típica del camino, con calle central y las casas a los laterales. La villa tenía muralla y foso, consiguió un gran desarrollo siendo una de las más importantes de Asturias. Fue una villa muy activa hermanándose con diferentes concejos y regiones próximas.

En el siglo XIV, Grado no podrá quedar fuera de la influencia de los grandes señoríos, ya que fue parte de las tierras del conde Alfonso, bastardo de Enrique II y pasando un siglo más tarde a la familia Quiñones. No conseguirá su autonomía hasta finales del siglo XV, Aunque el ayuntamiento acabó cayendo en manos nobiliarias, esto fue debido a que en la junta concejil cada vez era más influyente la aristocracia que acabaría llevando el monopolio hasta el XVIII, con una gran oposición vecinal.

En el siglo XVI, con la desamortización eclesiástica de Felipe II, algunas jurisdicciones señoriales cambiaron de manos, así el coto de Peñaflor fue redimido por sus habitantes, el coto de Prianes pasa por comprar a la casa de Dasmarinas, como muchos más que fueron cambiando de manos.

Fue en el siglo XVIII, cuando las gentes de Grado ofrecieron al rey una cantidad a cambio de que pudieran elegir sus cargos concejales, ya que estaban usurpados por unas familias durante varios siglos. Será la Audiencia de Oviedo la que fallará en contra del monopolio de estas familias en 1.774 y la Cancillería lo confirmara en 1.783. Pero aun así, seguirá habiendo numerosos cotos en esta zona, lo que indica que estarán fuera de la jurisdicción ordinaria, ya que están bajo la autoridad de su señor. En esta época tenemos todavía los siguientes cotos: el coto de La Marta, el coto de Peñaflor, el coto de San Juan de Leñapañada, el coto de Cabruñana, etc.

El siglo XIX, tuvo numerosos acontecimientos. La guerra de la Independencia presenta en el concejo un especial protagonismo, creándose un regimiento con mozos del lugar que lleva el nombre del concejo y luchan lejos de su territorio. Su villa fue invadida por cuatro veces y esto tuvo fatales consecuencias en su patrimonio artístico. Las principales luchas del principado tuvieron lugar en el desfiladero de Peñaflor, lugar que también tuvo importancia en la guerra Carlista. Su configuración administrativa experimenta grandes cambios y Grado tendrá a finales de este siglo la misma configuración de nuestros días. Así Candamo, que estaba integrado en Grado, intenta su separación que lograra a finales del siglo. También en este siglo se incorporan a su jurisdicción cotos señoriales como los de Peñaflor, San Juan de Lapañada, Priañes, etc.

A partir de la mitad del siglo XX, Grado se ha especializado en una ganadería de tipo lácteo con el abandono de sus zonas agrícolas y con una escasa industrialización.